Resulta difícil descifrar al Barça de Luis Enrique, tan cómodo en el ballet como en el boxeo. Messi, Suárez y
Neymar son tan capaces de componer la Novena Sinfonía como de
arremangarse para construir la Muralla China. Ninguno de ellos faltó a
la cita con el gol ante el Arsenal (3-1), certificada así la
clasificación azulgrana para los cuartos de final de la Champions en una velada con mucha agua y algo de emoción.
No hubo sorpresas en el Camp Nou, pocos las esperaban, pero el Arsenal dio la cara, encomiable la apuesta de Wenger. Salió fuerte el conjunto gunner, enchufado al partido, quizás más cómodo que su rival bajo el aguacero. Ter Stegen tuvo
que sacar a relucir todas sus virtudes con los pies ante la presión que
recibía dentro de su propia área. Vive entre dos aguas el alemán, entre
el escaparate de la Champions y el ansia por jugar más. Mientras se
decide, su rendimiento en el campo es intachable. Sus dos paradas en el
Emirates decidieron la eliminatoria tanto como los goles de Messi. En el
Camp Nou estuvo menos exigido, pero no desentonó.
Wenger se volvió a Londres con otra eliminación bajo el brazo, pero dejó su huella en Barcelona. El egipcio Elneny brilló mucho más que Flamini y su irrupción desde segunda línea promete tardes de gloria en el Emirates. Iwobi,
otra de las joyas del técnico alsaciano, también dejó su tarjeta de
presentación. La velocidad del nigeriano y su calidad con el balón lució
ante los paraguas de la grada.
El Arsenal jugó la carta arriesgada y lo acabó pagando. Özil,
tan brillante como intermitente, no acertó desde la frontal, y el Barça
no le perdonó el fallo. Vivía cómodo el equipo de Luis Enrique en el
repliegue, con tres zorros a la espera de una oportunidad. Un mal
control de Koscielny fue suficiente para ponerles en movimiento. Messi presionó, Suárez recuperó y asistió a Neymar. No falló el brasileño, enchufado como el que más desde su permiso vacacional. Justo antes, Messi había fallado una ocasión clarísima, pero Ospina se colgó su medalla.
Jugaba tranquilo el Barça, con los dos goles de renta conseguidos
en la ida como aval. La lluvia no ayudaba, pero intentaba seguir
conectado al choque el conjunto azulgrana, convertido en un mercancías
desde el empate de Cornellà. Mathieu, afianzado hace semanas en
el tercer central del equipo, volvió a responder a la confianza de su
entrenador, brillante el francés al corte. Buena fe puede dar Elneny,
que cuando cantaba el gol se le cruzó la pierna del azulgrana.
El marcador tampoco alteró al Arsenal, que soñaba con un gol que
provocara nervios en el rival. No tenía nada que perder el conjunto de
Wenger, aunque no se volvió loco y se mantuvo firme en sus argumentos.
El fútbol, que de vez en cuando tiene guiños con los que se lo merecen,
premió el esfuerzo inglés. Alexis combinó con Elneny, que puso el
balón en la escuadra desde la frontal. Imparable su disparo, que añadía
emoción a la velada. Ospina seguía poniendo su granito de arena para
poner nerviosa a la grada, abortado el intento de Messi.
El equipo de Luis Enrique pareció contagiarse del runrún
del Camp Nou y ya no transmitía esa sensación de seguridad tan habitual.
Cada ataque del Arsenal era como un parto, sufrido hasta el final. El
silencio conquistó el estadio azulgrana en una mala cesión de Mathieu. Wellbeck se
metió en el área con el balón controlado y más de uno de cerró los
ojos. Por suerte para el Barça, Mascherano no estuvo entre ellos,
desbaratada la acción con el alma por el argentino.
El problema de los rivales de los azulgranas, tanto el curso pasado
como lo que llevamos de este, es que el Barça no hace prisioneros.
Convierte la nada en arte. Saca petróleo de un vaso de agua. Como el
centro de Alves. Como el remate de Luis Suárez, conquistada la red tras tocar al larguero. Un oasis, pero un golazo que borraba de cuajo cualquier sufrimiento.
Antes del final, hubo tiempo para que Ter Stegen deleitara a sus
fans ante el desterrado Alexis, cuya falta se dirigía imparable a la
escuadra. Igualmente brillante fue la reacción del alemán al rechace de Giroud.
Aunque para brillantez, la de Messi en la definición del tercer gol de
la noche, que puso el mejor broche para el pase del Barça. El tridente
nunca falla. Y el Barça, de momento, tampoco.
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