
En el duelo de estilos ganó el del Barcelona. Otra vez. El equipo de Guardiola impuso su fútbol preciosista para remontar el tempranero tanto de Benzema y devolverle la emoción a la Liga que el Real Madrid quería dar el jaque.
Como si de una partida de ajedrez se tratase, los pupilos de Mourinho saltaron al campo haciendo gala de un orden defensivo exquisito. Tanto, que en el segundo 23 ya mandaba en el marcador. Di María aprovechó un error de Víctor Valdés y Benzema lo fusiló en el área pequeña.
El partido sonreía a los blancos, que por momentos parecían gigantes. Veloces, intensos… el Barça luchaba contra su propio estilo. Una forma de mover el balón que poco a poco se fue imponiendo. A medida que los blancos bajaban la intensidad defensiva los azulgrana crecían. Hicieron suyo el balón y, por tanto, el partido. Y así no hay quien los supere.
El Barcelona respiró por la banda de Alexis, que sentó de nuevo a Villa en el banquillo. El chileno, apoyado por la magia de Iniesta, superó una y otra vez a Coentrao, fuera de lugar en el lateral derecho. Su tanto, en cambio, no llegó por la banda izquierda. Llegó tras una arrancada imparable de Messi. El argentino encontró a Alexis. De disparo cruzado batió a Casillas.
El argentino fue de nuevo protagonista absoluto en el Clásico. Cristiano, de nuevo, una sombra de Messi. Mientras el mejor jugador del mundo sorteaba a los blancos siempre que encaraba, el portugués se estrellaba contra la defensa azulgrana.
A mediados de la primera mitad el Madrid solo podía defender. Apenas podía conectar dos toques seguidos y tampoco fue letal en la contra. Y es que, según Sandro Modeo, autor de un libro de alto nivel intelectual sobre el estilo del Barcelona, los de Guardiola "parecen, en los momentos mejores, un equipo cuántico ante equipos prisioneros de la física clásica basada en la gravedad". La física clásica, la que propone Mourinho, aunque renunciara al trivote, volvió a salir derrotada.
La tendencia se acentuó en la segunda mitad. El Real Madrid se derrumbó, perdió el orden y el Barça bailó al son del triángulo formado por Iniesta, Alexis y Messi. Entre ellos se coló Xavi, que le dio a los suyos la tranquilidad. No sin suerte: su disparo rebotó en Marcelo y Casillas no pudo evitar el tanto.
La reacción de Mourinho desarboló a su equipo. La entrada de Kaká por Özil no aportó verticalidad, sino debilidad. Tampoco ayudó Khedira. Y la entrada de Higuaín llegó demasiado tarde. Entretanto, Cesc resolvía el encuentro rematando de cabeza un centro medido de Alves.
Golpe culé al Real Madrid más potente de la temporada.
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